Una madre denuncia que Protección de Menores le quitó a sus pequeños sin tener ningún tipo de pruebas
ROSA FERRIOL. PALMA. Cati, de 32 años, ya no aguanta más. Es madre de tres hijos, un niño y dos niñas. Hace cinco años que no los ve. No tiene ni una simple fotografía ni puede hablar con ellos por teléfono. Hace ocho años, Protección de Menores le quitó al mayor y doce meses después a las dos pequeñas. Durante cinco años había sido víctima de malos tratos. Dio un paso adelante y se separó. Pasó unos momentos difíciles y psicológicamente estaba muy mal. En estos momentos, trabajaba en la Fundació Deixalles de Felanitx. Una de las asistentas sociales del centro explicó la situación familiar de la joven a los trabajadores sociales del Ayuntamiento. El 29 de febrero del 2000, Menores le arrebató a su hijo Pedro. El niño había visto cómo su padre pegaba a su madre. Un año después se llevaban a las dos niñas.
Durante tres años, Cati seguía disfrutando de sus hijos los fines de semana y durante las vacaciones, además podía hablar con ellos mientras estaban en un centro de menores. "Se desvivían por mí". Al mismo tiempo seguía un tratamiento psicológico ya que para recuperar a sus pequeños debía cumplir dos requisitos: tener una vivienda y estar bien psicológicamente. Cada quince días una profesional del centro de menores acudía a Felanitx a visitarla. Todos los esfuerzos para volver a estar junto a sus hijos se desvanecieron cuando tres años después, Menores la denunció por abusos e inducción a la prostitución a su hijo y a sus dos hijas. Su ex marido y sus padres también fueron denunciados. Según explicó la madre el motivo fue la negativa de su hijo a que le pusieran un supositorio. Al parecer, "Pedro tenía fiebre y en el centro de menores querían administrarle el medicamento para que mejorara. Se ve que el niño empezó a gritar que no quería porque hacía daño", afirma.
Según detalla el abogado de la acusada, Juan Carlos Rebassa, el niño también contó que su madre lo obligaba a ducharse con ella y lo sometía a tocamientos. Además explica que cuando quedaba en casa de su abuelos, tenía que dormir en la misma habitación que su primo y que su abuelo materno jugaba con ellos.
Tras muchos obstáculos, el abogado y la afectada consiguieron escuchar una de las conversaciones del menor con un psicólogo. Cati asegura que el pequeño que en aquel entonces tenía ocho años hablaba de cosas como eyaculación, penetración o violación, unos términos que "es imposible" que un niño de su edad conozca. Según la madre, Pedro detalló que su padre y su abuelo lo violaban mientras su madre le tapaba la boca.
El abogado reitera varias veces que está seguro que los acusados son inocentes y que no ha ocurrido nada de lo que dice el pequeño. Se sustenta en que el primo desmintió las acusaciones de abusos por parte del abuelo que hizo Pedro. Rebassa mantiene que Protección de Menores no tiene ninguna prueba física de médicos que manifiesten que los niños hayan sufrido abusos sexuales. Además cuentan con informes sanitarios de que los niños están sanos. Los directores de los centros escolares también han reiterado que el comportamiento de los pequeños es "normal". "Si los hubieran violado o abusado de ellos, se reflejaría en un cambio de comportamiento de los menores o se alertaría en las revisiones médicas", justifica el abogado.
Por todas estas razones, denuncian anomalías en Protección de Menores, que decidieron que estos chicos debían vivir con una familia de acogida en un pueblo de Mallorca. "Al hijo mayor lo ha perdido porque en la familia de acogida ha encontrado todo lo que no tenía: consolas, ropa buena...", asegura el abogado. "Yo estoy viva. No me pueden robar a mis hijos", lamenta la madre entre lágrimas y alterada por la situación.
Dentro de poco se celebrará el juicio. Ella lo tiene claro: "Si me los quitan, los iré a buscar".
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