31.05.09 - CARMEN BARREIRO
Ebi es un niño mauritano de cinco años que ha descubierto el placer de «correr por los pasillos de su casa» sin que su corazón se resienta. El pequeño sufría una cardiopatía imposible de tratar en su país de la que ya está «totalmente recuperado» tras ser intervenido en el hospital de Cruces gracias al programa de atenciones médicas especializadas llevado a cabo por la fundación Tierra de Hombres, dedicada a la defensa de los derechos de la infancia en situaciones de desamparo, guerra o catástrofes naturales.
Laetitia (12 años, Togo), Patrick (9 años, Madagascar), Augustine (8 años, Benin), Loubna (9 años, Marruecos) e Izidine (2 años, Togo) vivieron una experiencia similar a la de Ebi, que fue acogido durante tres meses por una pareja de Sestao para que su corazón pudiese volver a latir con fuerza. La organización selecciona los casos en el continente africano «en función de la gravedad del niño, de la previsión de mejora a corto plazo y de las posibilidades de un correcto seguimiento a su regreso», mientras que el coordinador médico se encarga de elegir el equipo de especialistas más adecuado para cada patología entre todos los hospitales colaboradores.
Pero más importante y complicado que seleccionar los posibles casos es encontrar a personas dispuestas a hacerse cargo del pequeño durante su estancia en nuestro país. Para que un niño pueda viajar y ser operado en cualquiera de las seis comunidades autónomas que participan en el proyecto -País Vasco, Navarra, Madrid, Andalucía, Valencia y Galicia- es «indispensable» que una familia se comprometa a acogerlo en su casa durante todo el proceso.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la organización para poder traer a los menores es precisamente conseguir hogares de acogida temporal. «La dedicación e implicación emocional que supone atender a un niño enfermo, del que además no se vuelve a saber nada en cuanto regresa a su país de origen, hace que muchas familias se echen atrás a la hora de participar en el programa», reconocen en la fundación Tierra de Hombres.
Delegaciones como la del País Vasco no han dudado en hacer un llamamiento público para darse a conocer y ampliar la red de voluntarios. «Necesitamos hogares de acogida urgentemente, sobre todo en Guipúzcoa donde tenemos casos parados porque no encontramos familias dispuestas a hacerse cargo de los menores», reconoció el responsable de la organización en Euskadi, Alfonso Roncero. El programa 'Viaje hacia la vida' llegó en su día a un acuerdo con Osakidetza para que los niños puedan ser intervenidos de sus dolencias en los hospitales de Cruces, Txagorritxu y Donostia. La red pública vasca atiende una media de doce menores al año y el porcentaje de éxito es muy elevado.
El tiempo de estancia en los hogares de acogida depende de la patología que sufra el menor, «aunque rara vez baja de los tres meses». «Es un acogimiento muy complicado porque se trata de niños enfermos de hasta quince años que requieren una dedicación total por parte de la familia. Manutención, continuas visitas al médico, revisiones, estancias en el hospital, tratamientos... Las personas que participan en el programa tienen que estar muy concienciadas y ser conscientes de que se trata de un acto solidario», señala Roncero. La relación con el menor finaliza en el momento en el que el niño regresa a su país.
Las familias de acogida están apoyadas en todo momento por una red de voluntarios de la organización que colaboran en el cuidado del menor. De hecho, las personas interesadas en acoger a un niño enfermo pueden realizar turnos en los hospitales para familiarizarse con el programa antes de dar el paso definitivo. «Es una experiencia muy gratificante», coinciden las familias.
FATIMETU (6 AÑOS, MAURITANIA)
Enferma del corazón
«Ya no me desmayo cuando corro»
Fatimetu es «pura vida». Habla por los codos y no para quieta un minuto. Nada que ver con la niña de apenas quince kilos que llegó al aeropuerto de Loiu hace casi un año aquejada de un problema de corazón. «Le tuvimos que comprar una silla de ruedas porque la pobre no podía dar cuatro pasos seguidos. Se desmayaba», recuerda su familia de acogida. Fati se sometió a la primera operación el pasado mes de octubre en el hospital de Cruces.
El pronóstico de la pequeña era complicado, pero el equipo del doctor Aramendi obró el milagro. Una segunda intervención en marzo «devolvía la vida» a una niña que es un «regalo del cielo» para su «amatxu» de Algorta. A Maite Serrano y a su hija Vanesa se les cae la baba con su «bombón de chocolate». «Poder ayudar a niños como Fatimetu es un lujo», aseguran. La pequeña se ha integrado en la familia «sin ningún problema». «Cuando llegó se pasaba horas encendiendo y apagando las luces. Alucinaba con todo. Guardaba la comida porque creía que se iba a acabar y no sabía andar con zapatos... Nos ha enseñado a ver la vida a través de sus ojos», explica Vanesa, mientras la pequeña la somete a una sesión de fotos con su cámara digital.
«Es una niña muy fuerte. Lo ha pasado realmente mal y jamás se ha quejado. Al contrario. Es muy consciente de que ha venido a curarse y que va a regresar a su país. De hecho, en casa le recordamos todos los días a su familia», comenta Maite. El programa de atenciones médicas especializadas ha cambiado la vida de la pequeña. «Los médicos de Cruces me han curado, pero tengo que volver dentro de seis meses porque me tienen que volver a operar», explica con desparpajo.
A Fatimetu le encantan «la pizza y los macarrones con tomate que hace ama», ir a San Mamés, el circo, la playa... «El Olentzero me regaló la equipación del Athletic, un montón de muñecas y dos lauburus», explica de carrerilla. Maite y su marido viven para la pequeña. «La dedicación es total, pero merece la pena», reconocen. Fati ha conquistado a la familia Moreno y a todo su entorno. En unos días, la pequeña volverá a su país de origen.
-¿Te apetece volver a Mauritania?
-Sí, pero todavía no.
YANELLE (15 AÑOS, BENIN)
Intervención maxilofacial
«Poder abrir la boca ha sido maravilloso»
Yanelle nació con la boca cerrada. Hablaba entre dientes y sólo podía comer alimentos triturados. Su vida cambio el día que la organización Tierra de Hombres la seleccionó para participar en el programa de atenciones médicas especializadas. De Benin a Lasarte. Yanelle fue intervenida el pasado mes de febrero en el hospital Donostia por el doctor Arruti y desde entonces no hay día que no se mire al espejo. «Le encanta sacar la lengua, enseñar los dientes...», comenta su familia de acogida. «Poder abrir la boca ha sido maravilloso. Estoy muy contenta», reconoce la adolescente.
«Fue muy emocionante. La niña estaba como loca. No hacía más que decirnos 'eskerrik asko, eskerrik asko'», recuerda Isabel Fernández de Agirre. A sus 15 años, Yanelle ha descubierto un nuevo mundo. ¡Puede lavarse los dientes! «Es una campeona. Tiene muchísimas ganas de salir adelante y se lo merece todo. En su país no pudieron hacer nada porque no tenían medios. Acoger a un menor enfermo requiere plena dedicación. No es fácil, pero también te da muchas satisfacciones», coincide la familia guipuzcoana.
Yanelle «tiene un gran capacidad de sacrificio y tiene muy claro que ha venido a curarse». «Es una cría muy dócil. Mi dos hijas la quieren muchísimo. Nos va a dar muchísima pena cuando se vaya, pero eso significa que ya está curada», se consuela Isabel. Pese a que las primeras semanas tuvieron «algunas dificultades» para entenderse con ella por culpa del idioma, la niña se ha adaptado perfectamente a su nueva vida. «Ha aprendido a montar en bicicleta y ha visto la nieve. Todo un descubrimiento. Le impresionó mucho», comenta Isabel Fernández de Agirre. No es la primera vez que esta familia de Lasarte acoge a una niña enferma y no dudan en «recomendar la experiencia a todo el mundo».
JALIBATU (15 AÑOS, GUINEA)
Traumatología
«Tenía una pierna más larga que la otra»
El matrimonio vitoriano formado por Begoña Iduya y Xabier Sánchez siempre había querido «hacer algo por los demás» y el programa 'Viaje a la vida' colmaba todas sus expectativas. Así que no lo dudaron un momento y se pusieron en contacto con Tierra de Hombres. La primera niña que acogieron era de Madagascar y la experiencia les resultó tan gratificante que han repetido.
Jalibatu llegó a casa de los Sánchez Iduya procedente de Guinea Conakri a finales de enero. La niña tenía una pierna más larga que la otra y necesitaba ser intervenida de urgencia en Txagorritxu, el hospital al que la organización suele derivar los casos de traumatología. «Le han tenido que poner seis hierros en menos de medio año. Además, la pobre ya venía de pasar dos meses en un hospital en su país», explica Begoña. Cuando el delegado de la organización les dijo que iban a acoger a una niña de 15 años, admiten que les entró «un poco de vértigo» porque se imaginaron que podía ser la «típica adolescente rebelde». Nada que ver. «Es un amor».
Los cuatro hijos del matrimonio colaboran en «todo lo que pueden» para que su 'hermana' se sienta como en casa. «Están encantados». Y la niña también. Jalibatu «alucina» con todo. «Le llama muchísimo la atención que tengamos luz eléctrica todo el día o que abras un grifo y salga agua». Ha tenido que aprender a utilizar cubiertos, porque en su país «todo el mundo come de la misma cazuela». Le «encanta ir al cine», pero como casi todos los adolescentes «odia la verdura».
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