http://www.eldia.es/2008-03-23/vivir/vivir7.htm
DOMINGO, 22 DE MARZO DE 2008
Un joven ugandés de 22 años comanda una ONG en el miserable barrio de Kalabalanga para sacar de las calles a niños sin padres. Más de la mitad de los 500 menores a los que atiende la organización son seropositivos y acabarán muriendo. El responsable del colectivo lamenta la negligencia del Gobierno.
EFE, Kampala
En el miserable barrio ugandés de Kalabalanga, Muganza "Reagan" Grace y unos cuantos como él se han cansado de esperar a un Gobierno que no da señales de vida, y han tomado las riendas para rescatar de la tragedia a cientos de niños huérfanos.
Muganza "Reagan" se pasea todas las mañanas impecablemente vestido por este arrabal de Kampala, donde la inmundicia hace complicado hasta respirar.
Desde hace un año, su organización, el Proyecto Olaka de Atención a los Niños, se ha sumado a las ONG que han brotado con especial intensidad en Uganda en los últimos años ante la incapacidad de las autoridades para controlar la situación.
Muganza, un joven de apenas 22 años, tuvo más suerte que los pequeños a los que trata de ayudar. Su padre le llamó "Reagan" en homenaje a su ídolo, el difunto presidente de EEUU, Ronald Reagan, y su madre le añadió el Grace, porque su nacimiento fue "una gracia de Dios".
Creció en una familia lo suficientemente acomodada como para permitirle estudiar, ir a la universidad y tomar conciencia del drama que se desarrolla apenas unos metros más allá de donde comienzan los caminos de polvo rojizo de la capital ugandesa.
En Kalabalanga, la mayor parte de los niños no vivirán hasta llegar a la universidad. Como señala "Reagan", más de la mitad de los 500 menores a los que atiende su organización son seropositivos, y tarde o temprano acabarán muriendo.
Además, explica "Reagan", esta dinámica será muy complicada de frenar. "Las familias viven en casas de un solo cuarto, donde conviven niños y padres en apenas unos metros. Los niños ven y oyen las prácticas sexuales que realizan sus padres desde muy pequeños y tienden a repetirlas en cuanto se hacen algo mayores", cuenta el joven ugandés.
La casa de Sharoon es un diminuto habitáculo de unos seis metros cuadrados, donde reina un penetrante olor dulzón de origen indefinido y apenas hay espacio para un par de sofás, un póster de la reina Isabel II de Inglaterra en la pared y una radio que emite música "reggae".
El alquiler de esta infravivienda es de un dólar al mes. Sharoon es una de las madres de adopción que colaboran con el Proyecto Olaka acogiendo a niños huérfanos de todas partes de Uganda.
Aunque las condiciones de vida son deplorables, los dos pequeños a los que acoge Sharoon tienen asegurada comida, atención y educación, algo con lo que en su pueblo de origen ni siquiera podían contar.
"La mayoría de estos niños son huérfanos, pero otros muchos nos los entregan sus padres para que nos hagamos cargo nosotros, porque ellos se encuentran demasiado enfermos o son demasiado pobres para hacerlo", explica Sharoon, que también es huérfana.
Sin fondos extranjeros
La organización Olaka no cuenta con fondos extranjeros, ni tampoco los espera. Es una más de tantas organizaciones que han proliferado en Uganda para hacerse cargo de la situación y no tener que contar ni con el Gobierno ni con la ayuda internacional.
"Hemos dependido excesivamente de la ayuda externa. De los otros países sólo esperamos que nos enseñen a organizarnos. No queremos su dinero ni su caridad, sólo consejos sobre cómo ayudar mejor a los niños", afirma con rotundidad.
Okala autofinancia sus proyectos a través de una granja de aves y otra de ganado vacuno, además de donaciones, con lo que sufraga una iniciativa para la que "no hemos tenido que pedir prestado ni un chelín".
En este sentido, indica que para poner en marcha una proyecto así han necesitado la colaboración de más de 50 voluntarios, entre ellos, Stephen Joseph Onyango, profesor ocasional en la escuela Rays of Hope, "rayos de esperanza", en inglés).
Onyango explica que es muy habitual que los padres de los niños no puedan pagar ni la matrícula de la escuela, por lo que contribuyen ayudando a los profesores o cuidando de la clase cuando se necesita.
Las aulas del Rays of Hope, "uno de los mejores colegios de la zona", según detalla Onyango, son unos barracones en los que los niños se apelotonan en unos pocos bancos y no tienen ni con qué escribir.
"El Gobierno es muy negligente. El dinero que aportan por alumno no llega ni para el papel que utiliza un niño a la semana", denuncia el profesor.
El problema, coinciden todos en Kalabalanga, no es que no haya dinero para luchar contra esta situación, sino que las autoridades viven de espaldas a esta realidad.
"Y cuando lo denuncias, te acusan de rebelde", sentencia "Reagan", quien, pese a todo, se declara admirador del presidente del país, Yoweri Museveni, que ha convertido Uganda en un modelo de crecimiento económico y estabilidad para el África subsahariana. Aunque eso, en Kalabalanga, cueste mucho creerlo.
Mis estrellas negras: Anna Zingha.
Hace 11 años
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