miércoles, 4 de junio de 2008

«Me llevé a la niña a casa porque no podía dejar que siguiese viviendo en la calle»

http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2008060400_3_455740__Portada-de-Alacant-lleve-casa-porque-podia-dejar-siguiese-viviendo-calle

Johny Cedillo, el empresario ecuatoriano que recogió en su casa de Tortosa a una niña valenciana de tres meses de quien su madre no podía hacerse cargo por falta de recursos -sobrevive pidiendo en las calles de Valencia-, explicó ayer a Levante-EMV que asumió el cuidado de la pequeña «porque un niño no puede vivir así, en la calle».

Teresa Domínguez,
Tortosa. enviada especial
«Cuando llegaron el viernes del colegio y la niña ya no estaba, mis hijos se echaron a llorar. Al pequeño le mentimos, pero a la mayor le dijimos la verdad: "Mi hijita, la policía dice que no la podemos tener y se la han llevado a un centro de acogida». Joseline, de once años, respondió manejando la lógica como sólo un niño sabe hacerlo: «¿Y por qué no nos dejan a Elenita a noso-tros, que la estamos cuidando tan bien, papá?».
Joseline y su hermano de seis años, Josep -«es que él ya nació en Cataluña», explica el nombre su madre-, no entienden de leyes, ni de las razones absurdas de los adultos. Sus padres, Johny Cedillo y María Dolores Tenesela, llegados hace ocho años de un Ecuador donde aún cuidan de sus mayores y alimentan a sus niños, sean de quien sean, están aprendiendo a golpe de realidad legal. Ahora van a luchar por la adopción de la pequeña que acogieron durante una noche.
Su odisea comenzó con algo tan cotidiano en la España de hoy como una mujer rumana pidiendo limosna con un bebé arrumbado en la cadera. Fue el lunes de la semana pasada. Johny salía del banco donde tiene su dinero -montó con un compatriota una empresa de hierros para la construcción poco después de llegar de su país y hoy lleva entre cinco y diez obreros- «cuando se me acercó una mujer con un bebé. Estaba muy flaca, llevaba una maleta a rastras, estaba mojada y me pidió dinero. Dijo que llevaba cuatro días viviendo en la calle, sin comer y que no podía más».
«Me dio mucha pena»
Johny, en contra de la costumbre occidental, no siguió caminando. Tuvo el instinto de escucharla y acertó. Mihaela, rumana de 26 años, no trabajaba para mafia alguna. No mentía. Llevaba semanas sobreviviendo en la calle con las dádivas de los apresurados viandantes del centro de Valencia.
«Me contó que había ido a Amposta para dejar la niña a unos amigos, que no los encontraba y que ya no podía más. Me dio mucha pena la pequeña, ningún niño debería vivir así, en la calle. Me dijo que quería regresar a Valencia, pe-ro que no tenía dinero. Le dije que subiera a mi coche y la llevé a la estación de tren de la Aldea». Allí le compró un billete para Valencia -el primero de tres-. Entonces, la mujer le insinuó que si podía ayudarla haciéndose cargo del bebé. «˝Serán problemas˝, pensé, pero le dije: ˝Mire, vaya a Valencia. Busque ayuda, arregle sus papeles y los de la niña, pero, por favor, no la deje abandonada. Yo ya tengo mi familia, pero si ve que no puede con todo, me llama y la ayudo˝», le sugirió.
Cuando llegó a casa, su madre y su mujer le riñeron. «¿Por qué no la cogiste? Pobrecita, en la calle...», le reprocharon. «Yo les dije que podía ser robada, que las cosas no se hacen así y que si llamaba, la ayudaríamos». El jueves llamó.
«La niña no puede vivir en la calle»
Tres horas después, Johny estaba recogiéndola en la estación de tren. La llevó a la casa donde vive su madre, que cuida a una tortosina centenaria. Traía una cartilla de embarazo y el parte del hospital valenciano donde había dado a luz tres meses atrás a una niña llamada Elena. «Me repitió que llevaba días en la calle, sin comer ni beber. ˝Usted ya es grande, haga lo que quiera˝, le dije, ˝pero la niña no puede estar así˝. Eso sí, le pedí que al día siguiente regresase».
Cuando Johny llegó a su casa con el bebé, su mujer «se volvió loca». Eran más de las ocho de la tarde y las tiendas estaban a punto de cerrar. Aún así, explica que «bajamos a la calle y le compramos ropa y un biberón. Mi esposa lavó la ropita que había en la maleta que nos dejó y tiramos la tetina, que olía a putrefacción. La niña estaba inquieta. Mi esposa la bañó, le dio el biberón y así mismo se quedó como soñada, tan linda. Mis hijos estaban locos con su ˝hermanita˝».
Pero el sueño iba a acabar bruscamente al día siguiente. Tras un intento frustrado de que un pediatra examinase a la pequeña y la amenaza de los sanitarios de llamar a la policía, Johny acudió con el bebé a comisaría. De allí, se llevaron a Elena a un centro. Al día siguiente, Mihaela regresó a Tortosa y fue entonces cuando la policía la detuvo por un delito de abandono de menores. Un juez la dejó en libertad el domingo por la mañana. No la han vuelto a ver.

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