sábado, 30 de enero de 2010

Familias hasta próximo aviso

 
Abrir un hogar y dejar que un menor que por cuestiones ajenas a él ha sido apartado de su familia biológica entre y lo haga suyo es un acto solidario al que en Ourense están dispuestas 65 familias. Otras 23 abrazan ya a un total de 27 menores tutelados por la Xunta en régimen de acogimiento familiar. Rita es todo un ejemplo de solidaridad. Primero convenció a su madre para entrar en el programa y después se metió ella. Ha acogido cuatro veces, tres de ellas a bebés recién nacidos, y aunque lo más duro siempre es la separación asegura que acoger "é unha adicción".

SANDRA DE LA FUENTE - OURENSE

El primer menor acogido por Rita y Alejandro era un bebé recién nacido al que su madre biológica había renunciado y daba en adopción. Esta pareja de Beade sabía que sólo tendría al pequeño en casa el tiempo que la Xunta tardase en encontrar una familia adoptiva y seis semanas después de la renuncia la madre natural se echó atrás y quiso recuperar al bebé. Fue un momento muy duro para Rita, pero a pesar de todo acogió por segunda vez. Y después del segundo llegó un tercero y el cuarto ya fueron dos hermanos. "Co tempo vólveste adicta", bromea, "o certo é que sentímonos moito mellor cando hai nenos na casa".
Veintitrés familias de la provincia están actualmente en esta situación acogiendo en sus hogares a 27 menores en estado de desamparo. La Xunta asume su tutela cuando detecta que sus familias biológicas están desestructuradas y a causa de la crisis, que en muchos casos es temporal, no pueden atender debidamente a los menores. Es entonces cuando los pequeños, de 0 a 18 años ingresan en los centros tutelados y de ahí, siempre con el consentimiento de los padres biológicos, entran en el programa de acogimiento familiar que en Galicia gestiona directamente Cruz Roja.
En Ourense, los hilos del acogimiento los mueven la psicóloga Mónica Devesa y la asistenta social Sonia López, que trabajan actualmente con un banco de 65 familias acogedoras en toda la provincia y prestan apoyo permanente a los acogedores, pero también a los padres biológicos para prepararles ante el posible retorno de los menores a la familia de origen.
Desde que Rita y Alejandro entraron en el programa su casa no se ha cerrado. Al primer bebé que acogieron, y con cuya madre biológica mantienen todavía relación, siguió otro que fue adoptado en Ferrol y del que no volvieron a tener noticia: "O normal é que os pais adoptivos prefiran romper co pasado do neno". Pero para eso ya están preparados por el equipo de psicólogos de Cruz Roja, además firman un compromiso previo que les excluye como posibles demandantes de la adopción. "Cando acolles sabes moi ben ó que vas e tes que ter claro desde o principio que vai chegar o momento da separación, pero, pase o que pase despois, sempre merece a pena". Rita habla así porque su familia acogió a bebés recién nacidos en tres ocasiones. Algo poco habitual.
El tercer caso fue el más duro porque el pequeño vivió con ellos hasta los 9 meses y tuvo muchos problemas de salud derivados de un parto prematuro y un embarazo de vértigo en el que la madre no dejó de consumir drogas. "O neno pasouno mal e nós démoslle moito mimo porque pensamos que non sairía adiante. Cando empezou a estar ben chegou o momento da adopción". Ver la cara de los nuevos padres cuando reciben al pequeño y la seguridad de que va a ser muy querido, señala Rita, "compensa o mal que o poidamos pasar nós". De hecho, asegura no entender la posición de aquellos que se niegan a acoger alegando que no soportarían la separación: "Eu dígolles que son egoístas porque dese xeito só pensan neles e non no beneficio que recibe o neno, que é o realmente importante". Desde hace casi dos años acogen a dos hermanos adolescentes que han aportado frescura al hogar. Recalca que no son chicos problemáticos, sino niños que tan sólo demandan atención a cambio de mucho cariño.

Cuando el hogar biológico deja de ser seguro

 
09.01.10 - 01:04 - C. NEVOT | LOGROÑO.
 
Arrastran un pasado en la mayoría de los casos doloroso, han sufrido situaciones desgarradoras... y cuando el día a día se hace insostenible y las circunstancias, según la directora general de Infancia, Paloma Corres, «impiden sí o sí» que el menor continúe con sus padres, entonces, sólo entonces, Servicios Sociales del Gobierno de La Rioja pasa a ejercer su guarda.
 
Esto es lo que ocurre en la actualidad con 124 menores de La Rioja que, en algunos casos temporalmente y en otros de forma permanente, tienen que dejar su hogar para que sus derechos, su bienestar... queden garantizados. A sus espaldas, estos más de cien menores, llevan malos tratos físicos unos, psicológicos otros, problemas de drogadicción de los padres, alcoholismo e incluso enfermedades mentales de los progenitores. Casi son tantas las causas que les han conducido a estar bajo la protección de la comunidad autónoma como el abultado número de menores.
 
«Los síntomas se van percibiendo», apunta Paloma Corres, ya sea en el ámbito educativo o en el pediátrico y a partir de entonces salta la voz de alarma. En primer lugar, se instruye un procedimiento que en la mayoría de los casos viene derivado de los servicios sociales municipales. Éstos se ponen en contacto con la familia para efectuar una serie de informes que remiten al Gobierno de La Rioja y «nosotros los miramos y valoramos si dan lugar únicamente a una situación de riesgo para que se siga trabajando con la familia o si procede acudir directamente a un desamparo». En otras ocasiones, los menores también llegan por vía judicial o policial.
 
De los 124 menores bajo el amparo de los servicios sociales, 69 se encuentran en acogimiento residencial, es decir, conviven con otros niños en los diferentes centros de protección gestionados por el Gobierno riojano, como la residencia Iregua, la guardería infantil-residencia de La Cometa -donde viven niños de entre 0 y 6 años- y los pisos de acogida. También cuentan con viviendas tuteladas que gestionan Cruz Roja y Nuevo Futuro.
 
Familias de acogida
Otra vía para mantener el bienestar y la seguridad del menor es el acogimiento familiar del que, a día de hoy, disfrutan 38 niños, cerca del 30% de los amparados por Servicios Sociales. Las modalidades de acogida, según la directora general de Infancia, son variadas. En algunos casos los menores salen de los centros para estar con familias en vacaciones, fechas señaladas y fines de semana; en otros, la acogida se prolonga el tiempo que dure la custodia por parte de la Comunidad Autónoma. En todos ellos las familias ya sean ajenas o extensas -cuando pasan a manos de tíos, abuelos...- han tenido que superar una fase de valoración, otra de adaptación y si el resultado es positivo se llegará al acogimiento.
 
Paralelamente, en La Rioja hay otros 80 menores en la modalidad de acogimiento familiar, pero que no han pasado por el régimen de protección de Servicios Sociales. Se trata de abuelos que quieren tener a los niños cuando los padres no pueden hacerse cargo de ellos. Finalmente, otros 17 menores se encuentran en situación de acogimiento preadoptivo.

«No hay que pensar tanto en el sufrimiento propio por la separación»

 
04.01.10 - 00:16 - E. MARTOS
 
«La que más me ha marcado es la última», dice Francisco Garay, portuense de 54 años. Va ya por el séptimo hijo de acogida y con todos ha dicho lo mismo. Su mujer, Mercedes Sánchez, se lo recuerda y sonríe cuando lo escucha. Son un matrimonio de El Puerto que decidió entrar en el programa de acogimiento de urgencia, el más complejo porque tienen que ofrecer al niño una atención permanente.
En casa son cinco a la mesa, pero siempre hay sitio para uno más y a partir de marzo posiblemente se junten dos, porque viene un nieto en camino. Paco y Mercedes empezaron con las primeras familias acogedoras en la provincia. Lo suyo es verdadera vocación de padres y aún no piensan jubilarse. Ahora están a la espera de que los llamen para volver a recibir a un nuevo pequeño.
Cuenta Paco que en cuanto le ponen a un niño en brazos ya lo siente como propio. «Pero siempre hemos sido conscientes de que nunca han sido nuestros, sólo nos los dejan un rato, por eso no podemos decir que nos los quitan a la hora de la separación».
Mercedes insiste en que «hay que estar concienciados y que el dolor sólo dura un tiempo, pero la satisfacción de haber contribuido en su desarrollo queda para toda la vida».
Los padres voluntarios tienen demasiado miedo al sufrimiento propio y ambos insisten en que «no hay que pensar tanto en eso cuando lo que está en juego es el crecimiento de un pequeño».
En su día a día la cuna y los biberones no faltan. Hasta ahora sólo han recibido a niños de pocos meses, algunos llegados directamente desde el hospital, y confían en que el próximo tenga algunos añitos más por cambiar la experiencia. Mercedes dice que ya les va faltando. Estas son las primeras navidades que pasan solos con la familia. «Los echamos de menos, porque nos dan muchas satisfacciones».
Fotos e invitaciones
Con algunos aún mantienen el contacto, una decisión que es siempre de la familia biológica. Ambos reciben fotos e invitaciones a cumpleaños de aquellos hijos que pasaron unos meses con ellos. «Hemos recibido a niños con síndrome de abstinencia o contagiados por VIH. Son más vulnerables y a veces nos ha dado la tentación de adoptarlos, pero en nuestro régimen es incompatible», reconoce Paco.
Desde hace tiempo la pareja se coordina para atender a los pequeños. La cuna junto a la cama y el chupete a mano por si lloran. El resto de los hijos colaboran en el cuidado del hermanito de acogida. Son ya mayores y comparten tareas con sus padres. «Cuando llega uno se convierte de inmediato en el muñequito de la casa», dice Mercedes. A la vista de la escasez de familias voluntarias, ya queda poco para que vuelva a cambiar el próximo pañal.



 
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